Pensamientos, ideas, palabras que engulle la arena en el mismo instante en que se han escrito

miércoles, 27 de diciembre de 2017

Desde Macondo.... Y PRÓSPERO AÑO NUEVO

Con tanto “meme”, “gif” vídeos virales y frases hechas varias, enmarcadas en botellas de champán, serpentinas, gorritos y demás que invaden nuestros teléfonos y correos electrónicos en estas fechas, me siento viejuna y trasnochada expresando el deseo de toda la vida para lo que se nos avecina. Próspero Año Nuevo.
          Sin más. Sin bromitas más o menos afortunadas o divertidas. Claro que podemos pedir una pareja, o un divorcio, o un chalé o uno de esos carísimos coches que llevan los deportistas famosos. Supongo que eso también es desear prosperidad, que al fin y al cabo el diccionario de la Real Academia (que espero me acompañe también en el año nuevo como en todos desde que tengo memoria), define próspero con sólo dos acepciones: Dicho de una cosa: “Favorable, propicia, venturosa”. Y dicho de una persona, “que tiene éxito económico”.
          Vamos, que hay que acudir a otros textos, a los sinónimos, al María Moliner y su Diccionario de Uso del Español, para asegurarnos de que próspero es también “favorable, propicio, venturoso”. Que no todo es economía y dinero. Que puede haber prosperidad sin IBEX, sin liderar  crecimiento del PIB de Europa y el mundo mundial y sin la tan fastuosa como falsa recuperación que cacarean Rajoy y sus chicos.
          Ojalá 2018 sea próspero. Que sea venturoso y propicio para la igualdad tan lejana y casi inaccesible, para la solidaridad, que casi ha desaparecido del diccionario oficial, y sólo permanece en pequeños textos individuales, en el corazón de cada cual y en los esfuerzos de ONG y asociaciones humanitarias que suplen los “olvidos” de los dirigentes. Que sea próspero para las mujeres maltratadas y asesinadas que conforman una larga y penosa lista a finales de este 2017. Y para los que no tienen trabajo, o para los que, trabajando, no llegan ni tan siquiera a mitad de mes.
          Que sea favorable para el diálogo y el entendimiento a todos los niveles, que con los años hemos dejado en desuso, además de desear próspero Año Nuevo, eso de que hablando se entiende la gente. Hablando, no con leyes y decretos, que son el último recurso. O deberían serlo.
          Y hablando de personas, que vuelvan, volvamos, a ser lo primero. Que los corazones vuelvan a ocupar el lugar que les han usurpado las carteras; que las palabras sustituyan al tintineo de las monedas, y los abrazos y los besos, a los emoticonos uniformes y monótonos. Y el llanto, sano y liberador a veces, no quede reducido a otro muñeco con ojos chorreantes.
          No voy a hacer balance. Que tanta paz lleve 2017 como descanso deja, que se dice en mi pueblo. Unos cuantos apuntes para agradecer que la enfermedad nos haya respetado, que seguimos teniendo buenos amigos y que hemos descubierto la solidaridad con mayúsculas, la que viene de la gente de la calle. La que no se refleja en los Presupuestos.
          Con el puntapié en salva sea la parte al año que dejamos, al mundo convulso, al incierto panorama político en todas partes, a la ruptura del contrato social, tal y como lo concebíamos, mi único deseo es que todos creamos que un año mejor es posible. Y que luchemos por conseguirlo. Por salir del tiempo circular de Macondo y evitar la maldición de otros cien años de soledad. Y que llueva, aunque sin diluvios.
          Que tengáis todos un próspero Año Nuevo. 

miércoles, 20 de diciembre de 2017

Desde Macondo. PAZ... Y ALGO MÁS

Toca buscar, como cada año por estas fechas, el espíritu navideño que parece que todo el mundo tiene que tener obligatoriamente. Y a fuerza de buscarlo, siempre acabo encontrando algo, echando mano de la familia, de la paz, la concordia, el recuerdo de los que ya no están, y hasta en la añoranza de esas otras navidades, en las que los reyes magos reinaban de verdad y Papá Noel sólo era un anuncio de Coca-Cola.
        Pero es inútil apelar al espíritu de las navidades pasadas, que las cosas han cambiado mucho. Ya no sirve eso de gloria a Dios en el cielo, y en la tierra, paz a los hombres de buena voluntad. Que los dioses, con el nombre que queramos ponerles, están a lo suyo, y la paz depende de demasiadas cosas.
        Hay que pedir paz, y muchas cosas más. No se trata de que mañana me toque la Lotería, que tampoco estaría mal, pero que es pecata minuta para lo que realmente quiero que me toque, que nos toque a todos. Un mundo nuevo. Que este no nos vale, y que no sirven parches; que no tiene arreglo. Es más, va a peor. Es como una mala película en la que se mezclan imágenes de mansiones fabulosas con las de inmundas chabolas, y cuya banda sonora la componen ruido de bombas, llantos y lamentos al tiempo que el tintinear del dinero en bolsillos inaccesibles.
        Hay que pedir que el suelo sea firme para todos y que del cielo vuelva a caer agua limpia y no lluvia ácida; que corran los ríos y retorne el color verde a los montes quemados, que el Mediterráneo vuelva a ser mar y no cementerio, que la nieve no abandone las cumbres, su residencia habitual, la arena no deje el desierto, su casa, e invada terreno ajeno, y el sol caliente lo justo, sin incendiar la tierra.
        Hay que pedir un mundo nuevo con otra luz, con un aire limpio, que nos deje claros  todos los males que hay que desterrar, la pobreza, la desigualdad, las guerras, las intransigencias, el creciente poder de los mercados y el poder asfixiante de los mercaderes, la tiranía de los dioses, se llamen como se llamen, que han olvidado conceptos como paz, solidaridad, generosidad, convivencia, justicia, amor…Los números, que han sustituido a las palabras, y los apuntes contables, que han acabado con la poesía.
         Quizás haya que empezar de cero. Fundar el mundo como se fundó Macondo, cuando el primer Buendía, ideó de tal modo la posición de las casas, que desde todas podía llegarse al río y abastecerse de agua con igual esfuerzo, y trazó las calles con tan buen sentido que ninguna vivienda recibía más sol que otra a la hora del calor. Para que todos fueran razonablemente felices. Claro que luego llegó el diluvio, y hubo epidemias, y que la compañía bananera se marchó del pueblo, y los pájaros muertos caían del cielo. Y hubo guerras. Pero fue después de muchos años de soledad.
        Ha sido bonito mientras lo escribía. Seguro que no acaban las guerras, y que seguiremos discutiendo sobre el calentamiento del planeta, y el Mare Nostrum seguirá siendo última morada de centenares de refugiados que también buscan otro mundo; y habrá ricos más ricos y pobres más pobres.
        Pero es tiempo de pedir. Y queremos paz… y muchas cosas más. Feliz Navidad.

miércoles, 13 de diciembre de 2017

Desde Macondo. ADEU


No me voy a ninguna parte. Ni tampoco es que me haya dado por hablar catalán. Ni en la intimidad ni en público. El que se va es el año en que vivimos peligrosamente en el extremo Este de España, y tuvimos que utilizar, sí o sí, una lengua a la que le faltan las "e" del final, de las palabras, que se acentúan de forma diferente o que se acortan (procés) sin venir a cuento. Por no hablar de las que cambian la ortografía, tipo "govern", que más de un día me he sorprendido poniendo gobierno con uve.

          Pues adeu, fins sempre o tanta pau portis com a descans deixes (tanta paz lleves como descanso dejas, que se dice mucho en mi pueblo). A punto de fenecer de sobredosis de catalán, cuando ya me sé El Segadors de la primera a la última nota, y me he atiborrado de noticias de uno al otro confín de Cataluña, he decidido dar carpetazo a palabras extrañas y expresarme en manchego de toda la vida, aunque suene menos fino y no esté de moda.

          Y para cambiar, incluso puedo colar alguna expresión que otra de mi tierra de adopción, que el talaverano-extremeño también tiene cosas curiosas.

          Se acabó el  cava y el pa-tomaca, y el espetec y los calçons. Donde estén unas buenas gachas, hechas con harina de guijas (que no de titos o almortas), o un asadillo, o un tiznao... «Muchismo» mejor, dónde va a parar. Para los «galgos», golosos en mi tierra, naranjos y enaceitaos; nada de monas, que suena a circo. Claro, que siempre quedan los combros de Talavera, que se llamaban así antes de que nadie supiera que eran churros, y que saben tan bien cuando una está "arrecía" de frío.

          Pues eso, que adeu.  Que hay vida más allá de las cuatro provincias catalanas. Que la gente tiene frío, pasa apuros, se preocupa, tiembla ante el futuro, piensa en sus pensiones y en cómo llenar la olla con la hucha vacía. Hasta tiene tiempo de echar una lágrima por los pobres refugiados que se lanzan al tenebroso mar buscando un paraíso que casi siempre se convierte en infierno.

          Adeu, que reconociendo la importancia del procés y todo lo que lo ha rodeado, las cosas tienen un límite, y la vida, muchas más cosas. En todas las lenguas.  Con todas las letras. Que lo acaecido en uno de los cuatro puntos cardinales de esta España nuestra, no puede ser excusa para olvidar lo que ocurre en los otros tres y en lo que hay en medio, o al otro lado de los mares. Que hay que resucitar lo que pasa en otos puntos del país y del mundo. Lo que nos pasa a los demás.

          Que las palabras sólo mueren cuando alguien ya no las pronuncia nunca más, y son muchos los que hablan catalán y pocos los que echan mano de términos como «pasante» o «licenciao» por decir curioso o cotilla; de «bacín» para referirse al apocado correveidile; de «agonías» para el tacaño y quejica; de «costalá» para la caída aparatosa que siempre saca una sonrisa; de «mandaos» para los recados y quehaceres diarios». Y todos esos también importa. También son españoles, españoles, españoles. Por aquello de la canción de moda.

          Diréis que vaya ocurrencias que tengo. Pues eso son «sacaos». Y si los dice un niño, es un «reviejo». Dicho todo esto, Felices Pascuas. Vale, y Bon Nadal. 

miércoles, 6 de diciembre de 2017

Desde Macondo. VIVIR ERA ESTO

Hoy quiero hablar de mi libro. Sin más. Porque es mi cumpleaños, porque han pasado otros doce meses y sigo aquí, y porque, aunque tarde, que soy lenta de reflejos, me he dado cuenta de que vivir era esto. Creo que era Johnn Lennon quien inmortalizó eso de que "La vida es aquello que te pasa mientras estas ocupado haciendo otros planes". Lo suscribo de principio a fin, y sólo espero, con planes o sin ellos, que la vida siga pasando de la mejor manera para todos.
        Hace mucho tiempo (últimamente, todo pasó hace mucho tiempo), escribí por encargo un artículo sobre una persona, a la que me refería, robando la definición a Don Antonio Machado, como "en el buen sentido de la palabra, buena".
        Y ahora, andando los años y removiendo papeles, me ha dado por pensar que alguien podría escribir casi exactamente lo mismo sobre mí. Sí, sobre mi, porque sin falsas modestias, y con todos los defectos del mundo, soy esencialmente buena. En el buen sentido de la palabra.
        No he hecho daño a nadie conscientemente. El inconsciente, ya sabéis que anda por su cuenta; he ayudado a la gente que me lo ha pedido, y aún a la que no quería dejarse ayudar, por orgullo, por pudor o porque realmente no lo necesitaba, a pesar del empeño que yo pusiera.
        No he robado ni he matado. No he mentido (salvo por motivos de piedad); no soy avara ni tacaña. Lo mío es de todos (y así me va). He querido y quiero a los que me quieren, y a otros muchos que ni saben que existo.
        En el capítulo de odios-si pueden llamarse así-, sólo hay escritos tres o cuatro nombres, y alguno, con interrogación.
        He trabajado siempre dando el doscientos por cien de mi voluntad y mi entendimiento.
        Y cuando la rabia o los malos pensamientos se han adueñado de mí más de lo que podía controlar, he acudido al papel, o al ordenador, por estar con los tiempos, para descargarla y evitar males mayores.
       En líneas generales, creo que todo esto se encuadra en la definición de buena persona. De alguien, en el buen sentido de la palabra, bueno. Puede que deliberadamente me deje un montón de cosas en el tintero, las malas sobre todo;  que alguien piense que la suma de mis pretendidas bondades no es suficiente para ponerme buena nota. Ahora, cuando ya tenemos más pasado que futuro,  cuando no somos los mismos, ni vemos las cosas con los ojos limpios de entonces, hemos aprendido que vivir era esto.
        Y espero seguir compartiendo mucha vida y muchas  letras con vosotros.