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miércoles, 8 de noviembre de 2017

Desde Macondo. TROZOS DE TELA TRISTES

No hemos salido de la guerra de las banderas, mejor dicho, estamos en pleno fragor de la batalla, y ahora entramos en la de las camisetas. Y para no acabar cazando moscas, me agarro a lo que canta Jorge Drexler: “Vale más cualquier quimera que un trozo de tela triste”. Perdonen que no me aliste, bajo ninguna bandera. Y que no pierda ni un segundo discutiendo si la camiseta de la Selección de Fútbol debiera llevar las franjas de tal o cual color, o paralelas, como los marineritos o en diagonal.
         Con la que está cayendo y estamos en estas estupideces, Va a ser verdad eso de que siempre se recuerda algún detalle absurdo de las situaciones más trágicas. La risa de un niño que pasa por la calle en un entierro, un zapato en la cuneta tras un accidente, un cuadro torcido en la pared cuando aguardas nerviosa en la sala de espera de un médico…
        Pero esto ya es el colmo. Semanas y semanas tragándonos horas y horas de imágenes de banderas con o sin estrellas. Catalanas de todos o de los independentistas. De banderas españolas con aguilucho o sin él. En las calles, los balcones, las estaciones de tren, los aeropuertos y hasta en Bruselas. A 5 euros o a 11, según se compren en las tiendas de chinos (que están haciendo el agosto), o en las salidas del metro, que para todo hay que seguir estrategias. En la espalda a modo de capa, en la cintura, con mástil o sin él. Pequeñitas, para que las lleven los niños a hombros de sus padres, que la edad no es obstáculo para entrar en faena, o enormes, que hay que fanfarronear con eso de quien la tiene más grande.
         Y nadie se plantea que, del color o del tamaño que sea, no es más que un trozo de tela triste con el que suplir las palabras, con el que tapar el fracaso, la falta de diálogo y de entendimiento. Con el que marcar diferencias por la incapacidad manifiesta de buscar coincidencias.
        Pero como nos va la marcha, tenemos que ir más allá y buscar otro punto de confrontación. También de tela, curiosamente. Ahora son las camisetas de la selección de fútbol, de las que hemos hecho cuestión de Estado por un quítame allá esos colores. Resulta que la dichosa prenda tiene en un lateral unas franjas de colores que apuntan sospechosamente a la bandera republicana, a la tricolor.
        Para qué queremos más. La furia española se ha desatado y ya veremos si vamos al Mundial. Drama nacional. No vale de nada que la marca deportiva que las ha realizado se esté desgañitando para explicar que el color no es morado, que es un tono de azul que se parece un tanto, pero que en la foto, que es lo único que hemos visto hasta ahora, puede confundirse. Y que el diseño de la dichosa camiseta es un homenaje a la que vistió la selección española en el mundial de 1994. Cuando nadie se planteó ni por asomo asociarla a la República.
        Ya la han bautizado como la camiseta republicana, y no creo equivocarme mucho si al final no la cambian para atajar de raíz la polémica, sobre la que ya se han pronunciado jugadores, directivos, aficionados, público en general…. Y políticos. Que ya es el colmo, entrar a valorar semejante despropósito.
      Lo dicho, que me abochorna ver un país discutiendo por un trozo de tela triste. Vale más hacerlo por cualquier quimera. Y perdonen que no me aliste bajo ninguna bandera. Ni ninguna camiseta. 

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