Hartita ya de puigdemontes, de 155, de
interminables sesiones de parlamentos y consejos de ministros, de huidas
ridículas, y, consciente de lo que se nos viene encima, con campaña electoral
aderezada con procesos judiciales varios, he decidido echarme al barro y
escribir de cosas de poca importancia, que diría Leon Felipe. Porque me
apetece, y porque yo lo valgo.
Camuflada
entre todos los temas “importantes”, he leído la noticia de que Canarias se va a
convertir, desde el 1 de enero de 2018,
en el primer lugar de España donde las
mujeres dejarán de pagar la denominada ‘tasa
rosa’. Para quien no lo sepa, la tasa rosa es un impuesto indirecto por la compra de productos relacionados
con la higiene femenina, como por ejemplo compresas y tampones. El impacto en
los presupuestos de las islas no es mucho, pero seguro que se nota en los
bolsillos, y, sobre todo, en un pasito más hacia la igualdad.
Que
no tiene ninguna lógica que, por la simple condición sexual, una tenga que
pagar más. Y ganar menos, pero eso es otra historia.
El
caso es que a cuenta de la buena noticia para las mujeres canarias, me he enterado
de la cantidad de productos por los que las féminas pagamos más que los
hombres. Y es para indignarse la diferencia de precio que hay, por ejemplo, en
un perfume de la misma marca, versión masculina o femenina; o en un corte de
pelo, si se realiza a uno u otro sexo, o en las cuchillas de afeitar, que valen
casi el doble si el mango es rosa en lugar de azul.
No
sé si esto vendrá de los tiempos de Eva y de la maldición divina, pero digo yo,
que ya es tiempo de cambiarlo, que el gravamen con el que nos siguen castigando
a las mujeres es tan absurdo y disparatado que debería sonrojarnos a todos los
que habitamos este siglo XXI y nos llenamos la boca hablando de igualdad, de equiparación,
de planes y más planes que siempre dejan las cosas como están.
Creo
que hay algún estudio, realizado por mujeres, por supuesto, que analizan una
detallada lista de productos cotidianos que salen más baratos a los hombres por
el hecho de haber nacido varones. Alguien debería divulgarla, ponerla en la
puerta de todos los supermercados y en las mesas de todos los ministros de
Hacienda 8para que la tengan presente a la hora de fijar los IVA y esas cosas).
Que ya está bien lo que está dando de sí la dichosa manzana de Eva, que seguro
que ni existió, que fue un invento de un
Adán con complejo de inferioridad para tapar sus vergüenzas y
condenarnos por toda la eternidad con todas las artimañas posibles.
Tasa
rosa incluida.
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