Se suele decir de alguien que está
lobotomizado como sinónimo de tener escasas luces o de estar alienado o, lo que
es peor, de alguien que no se molesta en desarrollar opiniones propias. ¿P’a
qué? Aquí han debido hacer lobotomías a destajo, las han repartido a espuertas,
o a capachos, como se dice en mi pueblo. Nos han cortado de raíz las conexiones
nerviosas del cerebro, y ya no somos capaces de conectar el mundo que debe ser
con el que es.
No
se me ocurre otra explicación, después
de que día a día contemplemos, entre el cocido y el postre, la ensalada de
corruptos desfilando por nuestro cuarto de estar, camino de la cárcel, del
juzgado o de sus lujosos áticos o chalets, y podamos seguir comiendo. Y hasta
hacer la digestión y dormir la siesta. Porque claro, de los cuerpos gaseados y
despedazados de los niños sirios, de los ahogados en el Mediterráneo, o de
nuestros convecinos rebuscando en contenedores, en plena “recuperación”, que
dicen los chichos del Gobierno, ya ni hablo. Al fin y al cabo, sólo ocupan unos
segundos en el telediario, unos cuantos planos entre corrupción y corrupción.
Hay
que estar lobotomizado para tragarse sin rechistar un informativo que nos
cuenta cómo nos roban mientras nos hablaban de recortes, que nos deja claro que
la crisis era eso, sin que lo supiéramos. O queramos saberlo. Definitivamente,
nos falta un buen trozo del cerebro si hablamos con normalidad, y sin parecer
la niña del Exorcista, de los González, Bárcenas, gurteles, púnicos, pujoles y
demás, de millones y más millones, mientras se arrinconan otras cifras, las de
españolitos en riesgo de exclusión social, las cifras de parados sin prestación
, los salarios infamemente bajos, la emigración forzosa…
Si
no es eso, que no tengo yo conciencia de haber pasado por quirófano alguno, es
que, como se decía antes, nos han metido algo en el agua, o en los cartones de leche para lobotomizarnos sin
que nos enteremos. Porque de otra forma no se explica.
No
entra dentro de lo natural estar tranquilamente fregando los platos mientras la
tele te reboza las docenas de millones que nos han robado impunemente, o cuando
te intentan engañar con unas maquilladísimas cifras de desempleo, o te mienten
sin rubor sobre esos brotes verdes en los que algunos, que no somos nosotros,
se están revolcando desde siempre.
Algo
debe ser lo que nos deja tan tranquilos, sin echar espuma por la boca ni nada,
atendiendo a nuestras tareas cotidianas con algún cabreo momentáneo que se pasa
enseguida. Sea como sea, no es normal. Es como si nos hubieran practicado una
lobotomía colectiva para seguir vegetando, que no viviendo, mientras otros
hacen y deshacen en nuestro presente y nuestro futuro.
Y
puestos a ser crédulos, prefiero retirarme a Macondo, donde nadie se extrañó
cuando Melquiades volvió de entre los muertos porque no soportaba estar solo; y
el padre Nicanor levitaba al tomar una taza de chocolate, y un niño nació con
cola de cerdo, y otro lloró en el vientre de su madre; y Remedios ascendió a
los cielos mientras plegaba las sábanas, y los conejos y las vacas se
multiplicaban al paso de Petra Cotes.
Mucho
más normal, donde va a parar….