Verso suelto
es el que no rima en una composición en la que todos los demás sí lo hacen. No
es verso libre, no es poesía sin rima. Es eso, suelto. Y es, a menudo, el que
marca la diferencia, el que da sentido a todos los demás, a esos que juntan
flores con amores y alegría con melancolía; y amor con dolor, y tristeza con
entereza, y muerte con suerte.
Cuando acabe
la crisis, si acaba, van a quedar demasiados versos sueltos para componer un
poema medianamente legible. Nos presentarán un soneto más o menos perfecto, con
reglas impuestas e inamovibles, llegadas de Europa, del capital, de los
mercados, de las agencias de calificación, de la eurozona o de los mismísimos
estados Unidos.
Cada línea,
cada verso, medido hasta la exactitud, sin una sílaba más, sin rimas
malsonantes. Para leerlos y comentarlos en círculos selectos y con las puertas
y ventanas cerradas para que no distraiga el paisaje de fuera.
Les sonará
bien a los de siempre, a los que se han ocupado, en nombre del déficit, la
deuda y demás conceptos que no caben en nuestra forma de entender la poesía; pero
habrá millones de versos sueltos. Solidaridad no rima con usura, paz no rima
con guerra; ni trabajo con paro, ni confianza con miedo, ni futuro con
presente, ni muerte con vida, ni compartir con robar. Ni ser con estar.
Habrán quedado fuera de este poema
neoliberal y sin sentimientos, los desahuciados, los estafados y robados con
las preferentes, los pensionistas con pensión menguante, los parados, las
mujeres expulsadas del mercado laboral cuando estaban recién llegadas; los
millones de personas que viven en el umbral de la pobreza, los niños con
hambre, los jóvenes sin hoy ni mañana, los discapacitados sin ayudas, sus
familiares desesperados, la clase media con salarios y condiciones de trabajo
medievales, los alumnos sin beca y los pueblos sin escuelas, sin servicios y
sin futuro.
Demasiados versos sueltos para
recomponer la poesía, porque muchos poetas se habrán quedado por el camino.
Cuando el viento y la lluvia se hayan llevado todo, como en Macondo tras el
diluvio, no se puede recomponer la vida. Hay que crearla de nuevo. Como una
poesía distinta.
Sin versos sueltos.