Pensamientos, ideas, palabras que engulle la arena en el mismo instante en que se han escrito

lunes, 31 de mayo de 2010

La Armada Invencible

La Flotilla de la Libertad se creía la Armada Invencible. Y no sin fundamento. Iba armada con "Cultura, Paz y Solidaridad", nombre de la ONG española que colaboraba. Las mejores armas; eso pensaban y se creían invencibles.
Lo demás, ya lo sabéis. Asalto, muertes,llamada a consultas de embajadores, condena internacional y bla, bla, bla. Cenizas y humo que quizá tarde un poco más en disiparse, pero que se disipará, como siempre.
La Flotilla de la Libertad estaba en aguas internacionales (¡Menudo obstáculo para sus verdugos!), y sus cañones tenían una munición muy particular, medicinas, comida...Más fácil se lo hemos puesto, y más nos indigna a la gente de bien, entre la que no se cuentan los altos organismos internacionales.
Mucha condena a Somalia y sus piratas-negros y pobres-, pero habrá que esperar antes de valorar el asalto a la Flota por parte de los israelíes que, nunca mejor dicho tienen patente de corso para todo.
Está bien que nos miremos al ombligo, crisis, caída de la Bolsa, mercados inestables o ataques al euro. Es lo que nos preocupa pero, con asaltos a la libertad como el que hoy nos ocupa, dejan de tener sentido muchas cosas.
Hablamos de vida, de justicia, de libertad, de solidaridad, de todos los grandes valores que debían mover al mundo y que ya no mueven ni las conciencias.
Dentro de unos días conoceremos una nueva resolución de Naciones Unidas que será, como siempre, obviada por Israel. Y seguiremos viendo miles de palestinos sin hogar, imágenes de ruina y entierros emotivos.
No serán noticia los muertos de esa flota que puso flores en los cañones y que fue derrotada antes de poder sembrarlas. Si acaso, unos pocos días, hasta que la ONU dicte otra inútil resolución.
Luego quedarán, como la Armada Invencible, en el fondo del mar. En la arena.

viernes, 28 de mayo de 2010

VERSO Y PROSA

Durante mucho tiempo (qué tiempos), siempre que intentaba escribir lo que me pasaba por la cabeza, sólo me salían frases cortitas, lineas menguadas y musicales, como con ritmo, por muy triste que fuera lo que quería contar. y me desesperaba. Yo entonces, con muy pocos años y muchas ínfulas de escritora, quería hacer redacciones, de esas que premiaban en el Colegio y en los concursos de Cocacola.
Pero nada. Las líneas no llegaban nunca de margen a margen; se quedaban en la mitad y continuaban más abajo... Con música. Desesperante. Tenía diez o doce años y ya había devorado, casi en orden alfabético, como el Autodidacto de Sartre, todo Julio Verne, Mark Twain, los Cinco y los Siete Secretos y me andaba por Ivanhoe.
Pero nunca había leído poesía. Fue mi padre, muy experto en el arte de rimar, quien me explicó el porque de las líneas menguadas y de la extraña música del final de cada frase, que resultó llamarse rima (más o menos libre, eso si, porque no era cuestión de ponerse a medir).
Y descubrí el placer de leer poesía, y de escribirla, de dejar que los pensamientos, casi siempre tristes, eso sí, encontraran su camino hacia el papel como les diera la gana. Y estaban encaprichados en hacerlo en verso.
Ya más tranquila, sabiendo que no era un bicho raro que se expresaba como en las comedias del Siglo de Oro, encontré la senda hacia la perfecta convivencia entre el verso y la prosa. Para leer y para escribir. De hecho, creo que antes de los quince años había ganado varios concursos modestos, locales, de colegio, de instituto, casi al cincuenta por ciento con poesía y relatos.
Y así sigo, escribiendo, no ganando premios, después de muchos años, porque lo anteriormente expuesto corresponde casi a la Prehistoria.
Viene esto a cuento de lo escuchado hace pocas fechas en una de las muchas tertulias que pululan por ahí, y en la que se hablaba de la dificultad de hacer poesía frente a la "facilidad" de juntar letras para escribir en prosa.
¡Que me lo hubieran dicho a mí cuando pensaba que era marciana porque todas las líneas me salían cortas! Y eso que después, en esa etapa de repelentes que tenemos casi todos (yo por lo menos), me dio por rimar como Dios quiere y manda, y no paré hasta crear unos aceptables sonetos, según mi padre, y otras piezas ortodoxamente medidas, según las reglas de la poesía.
En fin, parezco el abuelo Cebolleta contando batallitas, y empiezo a preocuparme por esta vena exhibicionista que me ha nacido como un sarpullido (rima).
Menos mal que el viento y la arena se tragan por igual vocales y consonantes, poemas y redacciones, verso y prosa... Y estas palabras desaparecerán para siempre.

jueves, 27 de mayo de 2010

LA LECHE

Esto no va de calificativos a la situación que vivimos, ni de improperios ni de exclamación. Va simplemente de eso, de leche. En las noticias diarias, y entre crisis, créditos, rebajas salariales, congelaciones, tropezones, errores y erratas, la leche se ha hecho un hueco muy digno, tal vez por lo que tiene de blanca, fresca, vital y eterna.

Se ha colocado el primer expendedor de leche fresca en Talavera; se va a celebrar el día de la leche, con reparto incluído. Son dos titulares de esta última semana... Y son la leche.

La crisis, las cuotas y los precios, entre otros factores, han propiciado soluciones imaginativas, como la máquina expendedora, y han movido a los ganaderos a concienciar a la población (no derramándola, como otras veces, sino regalando un vasito de leche a todos los que se acerquen. No es por nada, pero también es un signo de los tiempos).

Yo no llegué a esa leche en polvo repugnante y amarillenta que repartían en las escuelas, según me han contado mis hermanos mayores. Fui directamente al "triángulo", un precursor del tetrabrick al que se le cortaba un piquito para sorber algo que no era, ni por asomo, lo que hoy mezclo con el café. Y luego al botellín, en fila india y a la hora del recreo. Decían que la mandaban los americanos. No sé. A mi me sabía fatal. Claro, que en mi casa, afortunadamente, había leche de verdad, de esa que se hervía tres veces hasta hacer una nata espesa que luego se comía con azucar y canela.

Esa que ahora se regala, o se vende como elemento exótico en un expendedor callejero.

Los años, los malos tiempos o qué se yo te hacen revivir con asombrosa lucidez cosas que han pasado décadas en el baúl de los recuerdos y que, en teoría, no deberían salir nunca.

Pero ya ven, la leche es noticia, mala noticia, y aunque aquí se refleje escrita en la arena, no parece ser algo que se lleve el viento para siempre. Qué mas quisieran los productores.

Una vez, con la inconsciencia de los pocos años-menos de 18-, se me ocurrió en Carnavales pintarme de blanco, empolvarme el pelo y vestir de los pies a la cabeza del mismo color inmaculado, con un cartel en el pecho que rezaba "Soy la leche". Ahí dejo la idea. Ha pasado muchíisimi tiempo y no es marca registrada.

En fin, he pretendido que estas letras sean diferentes, que aunque, escritas en la arena, permanezcan lo suficiente para servir de apoyo y aliento a los que ven como se resbala entre sus dedos el objeto de tantos desvelos, el pasado y el futuro de muchas generaciones de gentes de la comarca de Talavera.

He leído por alguna parte que la leche de camella-que he tomado y no aconsejo-es muchas veces lo que separa la vida de la muerte en el desierto. Tal vez estemos a tiempo de resucitar al sector exhausto y deshidratado.

martes, 25 de mayo de 2010

ESPEJISMOS

Siempre me han fascinado los desiertos; la inmensidad, la luz, tan especial y, sobre todo, el sentimiento de provisionalidad, de que nada permanece, que la arena no es la misma, que se mueve, como las olas, cambiando cada grano a cada momento.
      Escribir en la arena es ver cómo tus palabras se las lleva el viento, como tus pensamientos más sesudos desaparecen al momento de plasmarlos, cómo tu vida se disuelve en la superficie o se hunde en las profundidades. Cambia, desaparece, como un espejismo.
      Los tiempos que vivimos parecen escritos en la arena; inquietos, cambiantes, nada está en su sitio, ni el día a día, ni el horizonte.
No hay momento de sosiego para observar el mar de arena tan relajante; el ir y venir de los granos, del polvo, no produce calma sino desasosiego, y a lo lejos, la luz es como un espejismo. Brilla sin entusiasmo, sin invitarte a mirarla, a seguir mirando al futuro.
      En fin, mi primera entrada no ha sido muy optimista. Menos mal que estas palabras están escritas en la arena...